lunes, 29 de noviembre de 2010

Olga Esteban Díaz, santanderina de 38 años, ahora se llama Olga Long al seguir los hábitos anglosajones de llevar el apellido de su cónyuge. Llegó a la ciudad de Charleston, en el estado de Carolina del Sur, en Estados Unidos, en julio de 2002, cuando su marido Mark consiguió trabajo en el College de Charleston después de acabar el doctorado. Ella, por su parte, ejerce la docencia del español en el American Institute of Building Arts. Hace 20 meses que son padres de una niña, Nella Bess.
Olga ha sido anteriormente profesora de educación infantil y español en una escuela judía y en otra preparatoria. Reconoce que se adaptó mejor nada más llegar, «cuando todo era nuevo y tenía más tiempo libre. Ahora, desde que nació mi hija se me hace más difícil estar lejos de las familias, ya que mi marido es irlandés, de Cork. Las circunstancias serían diferente que si me hubiese casado con un americano». Los planes de la pareja eran quedarse en esta ciudad sureña entre 5 y 10 años «y ahora el tiempo y la distancia van pesando, cada día más».
Existen muchas diferencias entre Santander y Charleston: «Lo peor que llevo es el horario, el sentido del humor, el valor de la amistad y la comida. Se despiertan muy temprano, con lo cual hay que irse a la cama con los niños. Aquí es impensable comer en casa. No daría tiempo». Las personas adultas tienden a relacionarse socialmente con compañeros de trabajo, es difícil conocer gente si no eres de la ciudad y no trabajas: «Es más fácil tener conocidos que amigos, incluso con éstos, debido a las distancias y a tener que desplazarte en coche a todas partes, es difícil mantener esa relación si dejas de moverte en los mismos círculos».
Carolina del Sur está en la costa Este, entre Carolina del Norte, Georgia y Florida. Hace mucho calor y la humedad es considerable. Todas las habitaciones de las casas tienen ventiladores en los techos «y durante meses vamos del aire acondicionado de casa al del coche y al del restaurante». El invierno no es frío y no llueve mucho, salvo en pleno verano, «aunque ya hablamos de tormentas tropicales, lluvias torrenciales y huracanes».
Charleston es una ciudad histórica y antigua: «Aquí comenzó su guerra civil o de secesión, así que el turismo es más elitista que en otras partes del estado o del país. En el centro hay muchas mansiones y en la ciudad se ruedan con bastante frecuencia películas de época, como 'Cold Mountain' y ' The Patriot'», comenta Olga.
El problema del racismo todavía subyace: «Hay mucha gente afroamericana, normalmente humilde. Por lo general son muy amables, pero hay tensiones raciales y en alguna ocasión, por parecer hispana, no me han tratado tan bien como era de esperar», lamenta.
La salida más rápida para la alimentación diaria es el fast food, pero existe mucha variedad culinaria étnica. Su plato favorito es el dim sum, de origen chino. La comida sureña destaca por todo tipo de carne asada. No obstante, el matrimonio Long prefiere cocinar en casa: «Los productos a veces hay que sustituirlos o soñar con ellos como la morcilla, los quesucos de Liébana o los sobaos, porque la materia prima no es tan buena».
Sobre la seguridad ciudadana, Olga no tiene dudas: «En ocho años y medio he visto menos violencia que en una noche de marcha en Santander. Ahora sí, la presencia policial es mayor. Aquí puedes dejar el coche abierto por la noche».
La vida en Charleston no es generalmente barata. «La comida es cara, la salud carísima. La ropa es más barata y la gasolina también, pero se gasta más cantidad porque necesitas el coche hasta para comprar el pan o el periódico».
Su mayor distracción desde que ha nacido su hija es ir al cine. El ambiente nocturno resulta «sosísimo». La profesora cántabra no se relaciona con españoles de forma regular: «No hay muchos, aunque he conocido algunos en fiestas». Olga Long añora su tierra y su familia: «Volvería a Santander mañana mismo, pero el trabajo es lo que, de momento, nos retiene aquí. Pero claro que lo deseo».

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